viernes, 13 de noviembre de 2009

¡A la mierda!

Advertencias previa lectura: No es un cuento, es casi que una descarga emocional. Incoherencia, porque mi cerebro es un remolino en estos instantes.


Estoy harta...

... De que, tío, lo tuyo conmigo ya escapa fuera de los límites de toda puta normalidad. O sea, cuando nos conocimos eras un chico simpático, hablábamos, nos divertíamos y hasta nos hicimos amigos. Pero, ¿qué pasó luego? Empezaste a actuar raro, no querías hablarme cuando había gente alrededor, me evitabas y yo no entendía una mierda. Genial, pensé, si así lo quieres lo tendré que aceptar.

... De tus malditos e imbéciles padres. Es decir, se han pasado toda TU vida haciéndote creer que eres la gran mierda, que todo gira alrededor de ti y de nadie más. Y yo, como persona en tu entorno, no podía ser distinta, ¿verdad? Si camino por algún lugar es porque te persigo; si coincidimos al momento de salir es porque te estoy esperando para acosarte. Joder, joder, joder, ¡basta ya! Ellos te han hecho creer que eres la última pinche Coca-cola del desierto y NO es así. Si ellos quieren creer que yo acoso a su "bebé" allá ellos, pero al menos tú trata de utilizar ese minúsculo cerebro del tamaño de una chincheta para algo útil y razona de una maldita vez.

... De que, cada vez que intento hablar contigo o ser amable, se convierta prácticamente en una misión imposible por el jodidísimo hecho de que eres un redomado imbécil. Es que, cuando intento hablarte no me escuchas, y cuando trato de ser amable desconfías de mí y me miras raro. ¿Se puede saber por qué tanto circo? A veces pienso que te doy miedo, pero, ¿por qué? ¿Porque no soy como las otras malditas chicas o porque no te creo la gran cosa por tener ojos bonitos? Despierta cariño, yo también tengo ojos bonitos y no por eso todo el maldito mundo tiene que rendirme pleitesías.

... De que, si en el entrenamiento físico yo voy a la estación "A" y tú estás ahí, inequívocamente sales corriendo hacia la estación "Z". De nuevo, ¿realmente piensas que te voy a morder? No, pedazo de cojudo, no muerdo y me tienes podrida hasta los mismísimos ovarios de huir de mí por alguna puta razón que no has tenido la amabilidad de explicarme. ¿Crees que te acoso? ¡Pues NO! Grábatelo de una pinche vez: ¡Mi mundo no gira alrededor de ti!

... De que me digas que soy mala/fea/tonta/maléfica/etc. En realidad, mala sí soy contigo, pero por una razón lógica: Si tú me tratas como se te antoja cuando intento ser amable, ¿qué chucha esperas que haga? ¿Que te ruegue por un poco de amistad? No, pedazo de tarado subnormal, yo no le ruego ni a mi madre. Si tú me tratas como quieres, yo voy a defenderme como mejor sé, o sea, con ironías, burlas y lo que se me cante. Es mi forma de defenderme de ti, grandísimo idiota, ni más ni menos.

... De que nos peleemos a cada rato. Es decir, no puedo tener un segundo de paz cuando tú rondas, porque inevitablemente uno de los dos va a decir algo desubicado, el otro le contestará y así seguimos. No digo que sea únicamente tu culpa, yo también empiezo a veces, pero si tú me vas a andar jodiendo para hacerte el gallito con tus compañeros, no esperes que yo no te conteste como te lo mereces.

... De no poder decirte todo esto cara a cara. Porque no sabes oír. Porque te da mucho miedo enfrentar las cosas complicadas. Porque, aunque no lo quieras aceptar, te da miedo enfrentarte a mí, que soy complicada. Porque eres un cobarde. Porque te da miedo el qué dirán. Porque sé que es una batalla perdida, aunque que la guerra sigue. Porque simplemente no estás ahí para tratar de madurar. Porque estoy cansada de intentar hacerme escuchar.

... De que me sigas importando lo suficiente como para tener que liberar todo lo que llevo dentro. Me tienes podrida, me tienes hasta los jodidos huevos que no tengo y, sin embargo, sigues importándome lo suficiente como para que tenga que escribir todo esto.

... De tener que ser fuerte. Finjo ser fuerte en mi casa para ayudar a mi madre; finjo ser fuerte en el colegio para que parezca que todas las idioteces que dicen mis compañeras no me afecten; ¿y ahora tengo que fingir ser fuerte cerca tuyo para aparentar que tú y todas tus estupideces no me hacen nada? ¡Quiero un descanso de todo eso, por Dios bendito!

... De no poder mandar todo a la mierda y darte una cachetada a ver si despiertas de tu sueño pinky, tío.

Simple y llanamente estoy completamente harta de ti.

sábado, 4 de abril de 2009

Badfics never ends

Título: Badfics never ends.

Autor: *Runa*.

Género: Parodia.

Aclaraciones: Parodia basada en la canción "High School Never Ends" de Bowling for Soup. Dedicada al fandom, los fickers y la noble labor del Antro.



-


Durante años pensaste que algún día se terminaría.

Que no habría más badfics que criticar.

Rogabas porque se callaran esos completos idiotas, Roger Flower y sus perversiones se fueran al carajo, y todos esos superficiales e inmaduros badfickers desaparecieran.

Entonces, cuando creíste que todo había terminado, miraste FF.net y dijiste “¡Oh, mierda, esperen!”


Estaba idéntico, con badfics y horrografía. Y volviste a decir “Oh, esto es simplemente genial”.

Todos los badfickers están obsesionados con quién tiene la mejor trollografía y quién tiene más reviews.

Quién tiene más vistas, quién crea los mejores pairings.

Quién hace el fic más tierno, y el de quién es una mierda.

Y si tú tienes menos de diez reviews, y no te tienen los mejores entre sus favoritos, acéptalo, amigo, nadie tomará en cuenta lo que tengas que decir.

¡La cacería de badfics nunca termina!


Mira a los grandes fickers.

Nunca adivinarás lo que Pandulce escribió.

¿Cómo hizo Mema para escribir en alemán? Y Bigi, que ha mejorado su ortografía, así que supongo que al fin consiguió un Beta.

Y lo único que importa es tener más de cien reviews en menos de tres capítulos.

Todos se siguen preocupando de hacer el pairing favorito, de escribir la historia más rosa del Just In.

No importa si llevan uno o diez fics.


Perlita, ella es la reina.

Prince, el rey de los dramaqueens.

Diana Black, la payasa. Sacristía, la inventora del Gore.

Ya has pasado por todo esto antes, ¡quieres demandar al gilipollas que inventó los fics!


Todos los badfickers están obsesionados con quién tiene la mejor trollografía y quién tiene más reviews.

Quién está en lo más alto, quién se droga al escribir.

Quién vomita sus incoherencias en el -ya bastante jodido- fandom.

Y si tú tienes menos de diez reviews, y no te tienen los mejores entre sus favoritos, acéptalo, amigo, nadie tomará en cuenta lo que tengas que decir. ¡La cacería de badfics nunca termina!

¡La cacería de badfics nunca termina!


Todos los badfickers están obsesionados con quién tiene la mejor trollografía y quién tiene más reviews.

Quién tiene más vistas, quién crea los mejores pairings.

Quién hace el fic más tierno, y el de quién es una mierda.

Y si tú tienes menos de diez reviews, y no te tienen los mejores entre sus favoritos, acéptalo, amigo, nadie tomará en cuenta lo que tengas que decir.

¡La cacería de fics, por Circe, nunca se termina!




-


Espero que les haya gustado. ^^

miércoles, 25 de marzo de 2009

Abzurdah

Me entretengo publicando esto, que me pidieron en clase de literatura. Es mi valoración al libro "Abzurdah" de Cielo Latini.

-----

Es muy difícil hacer una crítica objetiva sobre este libro en particular, porque dependiendo de las situaciones que te haya tocado pasar, te parecerá mejor o peor.

Si eres una adolescente, y tu personalidad es fácil de influenciar, quizá puedas caer en la tentación de intentar alguna de las cosas leídas allí. Mi más sincero consejo es que ni siquiera lo intentes. Cortarse las venas con un sacapuntas duele, morirse de hambre no es bonito, sentir que te mareas cada tres minutos es de las peores cosas que te pueden pasar. Ser delgada no lo vale, y lo digo por experiencia.

Siendo sincera, en un principio pensaba hacer mi crítica basándome en lo que mucha gente ha desaprobado del libro: Que es un perfecto manual para la perfecta enferma de bulimia o anorexia. Que en el libro puedes aprender diversas maneras de autolesionarte y cómo terminar con tu vida. Que liarse con un hombre demasiado mayor y perder la virginidad tan joven trae problemas.

A la frau Tita le oí decir: “Esta chica es un mal ejemplo a seguir”. Y yo, pensando que dándole la razón obtendríamos una nota fácil, me dispuse a destrozar el libro. Soy perfectamente capaz de hacerlo, porque hay varios fallos a nivel de contenido, si lo observamos desde el punto de vista moral. En cambio, al no ser capaz su servidora de callarse lo que piensa, va a detractar semejante afirmación.

Yo opino que Cielo Latini no es un mal ejemplo, así como el libro no es un manual para conseguir un desorden alimenticio o la mejor manera de suicidarse y no morir en el intento. No. Esta chica simplemente escribió lo que le pasó y tuvo la suerte de vivir para contarlo.

¿Que en libro encuentras mil maneras de volverte anoréxica o bulímica? Es verdad.

¿Que suicidarse o autolesionarse no es tan “divertido” como lo pinta la autora? Muy cierto.

¿Que Cielo Latini es una enferma mental con mucha suerte, como dicen algunos blogs? Completamente falso.

Para mí, esta chica es un ejemplo digno de seguirse, en el sentido de que echó la cagó más de una vez y tuvo la valentía para levantarse y seguir adelante. No creo que en el libro te de “tips” para ser una mejor anoréxica, simplemente te ayuda a saber qué no intentar. Yo opino que el libro ayuda a muchísimas adolescentes a sentirse identificadas con alguien más, y les es reconfortante saber que ya otras personas han pasado por lo mismo que ellas.

Gracias al libro puedo tener en claro muchos límites que antes veía borrosos. Excederse, en todo, está mal. La autora lo aprendió a la mala, los que leímos el libro lo aprendimos con su ejemplo.

Yo digo que Cielo es un gran ejemplo a seguir, a su manera muy particular.

---

No sé si alguno haya leído el libro. Como dice la misma autora, es un libro que trata temas jodidos, pero yo recomiendo su lectura.

Crecer

Y aquí vuelvo a mi amado blog, para liberar la tensión de los dedos. Empeizo...

Hay cosas que las personas adultas nunca se ponen a pensar. Al menos yo nunca he percibido que lo hagan.

Crecer, por ejemplo.

¿Qué significa crecer? La verdad, y en calidad de adolescente, yo puedo decir sin que se me mueva un pelo que crecer es cagarla de vez en cuando y aprender de ello.

Desde chica, siempre me dieron a entender de que yo tenía la obligación moral de ser la chica perfecta. No había cabida a los errores, eran imperdonables. Pero lo verdaderamente imperdonable es que hayan personas que crean que yo -o cualquier otro adolescente- tenga que actuar perfectamente, razonando como una persona ya madura. No, no tiene nada que ver con la edad, pero tampoco es para esperarse que una chiquilla como yo actúe como si tuviera treinta.

Las personas que te saltan a la yugular al primer error son lo peor que hay, y yo lo soporto a diario en clases, en mi casa y en cualquier lugar a donde voy. Y, por alguna ridícula razón fuera de mi alcance de compresión, siempre se ha esperado que sea justamente YO la perfección andante. Alguno de los que lean esto, contésteme: ¿Acaso tengo pinta de ser la mujer maravilla? ¿Es que yo no puedo cometer errores?

En fin.

Mi punto de vista, sin embargo, es un poco distinto. Ya arriba lo dije: Para crecer, hay que cagarla. No digo que todos los adolescentes debamos cortarnos las venas, robar tiendas y aspirar terocal hasta perder el sentido, pero sí decir cosas fuera de lugar o hacer algo estúpido.

Por ejemplo, arruinar la primera cita con el guapo de turno diciendo algo completamente tonto. Vale, la arruinaste. Pero ya habrán más guapos y sabrás que no debes volver a decir algo tonto. Tienes toda una vida para encontrar al guapo que te ame con todo y defectos tontos, así como tienes todo el tiempo del mundo para aprender de tus errores.

Crecer, para mí, es equivocarse. Es caerse en el más profundo de los pozos y salir por uno mismo. Es tropezar y levantarse. Es perder completamente el control y vivir las emociones intensamente. Es ser considerado raro por hacer las cosas a su modo.

Crecer es vivir, y vivir es crecer.

viernes, 27 de febrero de 2009

Tabla de miedos: Acluofobia

Título: Oscuridad.

Autor: *Runa*


Género: A saber.


Tabla de retos: Acluofobia, o miedo a la oscuridad.
Agradecimiento a Ethmir por el beteo.
----
Te cuesta creer en tu suerte. Es realmente increíble que justo hoy te hubiera pasado esto.
Es casi medianoche, el momento más oscuro para ti. Caminas con pasos ligeros por tu habitación, asustada.
No aguantas más y te vas a la cocina a buscar desesperadamente una vela, una linterna, un fósforo… ¡algo! Algo que te libre de la oscuridad que te rodea. Es tal tu miedo, que te vale un pito dejar todo como si un huracán hubiera visitado la estancia. Maldices entre dientes, porque no hay absolutamente nada que puedas usar para iluminar.
Estás sola en tu casa y la energía eléctrica se ha cortado súbitamente. ¿Tenía tu madre que salir justo hoy? ¿No se le pudo ocurrir ir a su conferencia de trabajo otro día? No, no podía, porque el trabajo es el trabajo y debía ir.
Sabes que lo tuyo es irracional. Sientes cómo alguien te mira desde el rincón más alejado de la estancia y tiemblas. No sabes cómo librarte de la maldita oscuridad que envuelve todo.
¿Por qué has de temerle?, te preguntas a ti misma. ¡Es sólo la puta oscuridad! No hay nada allí, ni nadie que te vaya a saltar encima apenas des media vuelta. Pero sabes que si volteas, sentirás un escalofrío en la espalda y llorarás de miedo.
El temerle a la oscuridad, te dijo alguna vez tu madre, es temerle a lo desconocido, pues sabes que no puedes ver lo que hay en las penumbras. Es un miedo a lo que no se conoce; es el miedo más primitivo, ése que ha impulsado al hombre a descubrir gran cantidad de cosas.
Pero por más primitivo que sea, tú lo sientes y nada puede cambiar eso.
Un leve ruido se escucha a tus espaldas y das un grito de terror. Volteas. Es sólo un ratón, te dices a ti misma. Tienes que controlarte, linda, no puedes andar gritando cada vez que te asusta un roedor.
Decides irte a tu habitación, aunque para lograr cruzar el corredor necesitarás hacer acopio de todo tu valor.
Respiras hondo y sales corriendo, como alma que lleva el mismísimo demonio. Llegas a tu habitación agitada, temerosa, pero más a gusto. Sigue estando oscuro como la boca de un lobo, pero al menos ya estás en un sitio que te hace sentir segura.
Te echas encima de la cama y tratas de conciliar el sueño. Sabes que la oscuridad sigue ahí, pero pronto se irá. Sólo tienes que aguantar un poco más…

miércoles, 25 de febrero de 2009

Hormonas

Título: Hormonas.

Autor: *Runa*

Género: Por muy loco que suene, no tengo ni puta idea.

Aclaraciones: Todo es mío. Personajes, trama, ideas, etcétera. A quien pille plagiándome... despídase de sus extremidades.


---


Estaba demasiado ensimismada en la lectura de su libro como para notar al chico atrás suyo. Andrea, la misma rubia torpe que había protagonizado un aterrizaje forzoso encima del muchacho parado detrás de ella, se encontraba sentada en una banca del parque.

En aquella memorable ocasión la chiquilla, de diecisiete años y ojos grises, había subido a un toro mecánico que la había lanzado por los aires, cayendo encima del desafortunado chico. Obviamente, Andrea se había quedado avergonzadísima después de eso.

Él, por su parte, había quedado bastante interesado en la jovencita. Quizá por eso había hecho lo indecible por ubicar a las amigas de la chica y que éstas le dijeran, al menos, cómo se llamaba. Realmente debía de gustarle muchísimo. Eso, o las hormonas adolescentes en plena efervescencia estaban haciendo su trabajo.

— ¿Andrea? —llamó él suavemente. La aludida volteó, encontrándose a un chico alto y fornido, de cabellos rizados, algo larguitos y morenos. Sus ojos, de un extraño color rojizo, la miraban expectantes.

—Eh… ¿te conozco de algún lado? —Definitivamente, la sutiliza no era el punto fuerte de la jovencita. Él enarcó una ceja. ¿Sería que no se acordaba de alguien que había visto hace tres días? A juzgar por la cara de desconcierto de Andrea, no, no se acordaba.

—Sí, soy el chico sobre el que… ¡ejem!, ‘aterrizaste’ en el centro comercial el día de San Valentín—explicó el muchacho. —Por cierto, me llamo Javier.

—Oh, eres tú. —No se notaba excepcionalmente emocionada. — ¿Te ha salido algún moretón luego del golpe?

Javier no pudo evitar reírse de la cara de preocupación -y un poco de confusión, además- de la muchachita.

“Tiene una risa muy linda” pensó Andrea, fijándose mejor en él. “Y no es feo. Claro que, mucho más guapo que Fernando, es.”

—No, no tengo ningún moretón —negó él, entre risas. — ¿Puedo sentarme a tu lado?

Señaló el espacio libre al costado de la jovencita de ojos grises. A decir verdad, ella se encontraba sentada en una banca lo bastante larga como para que cuatro personas se sentaran en ella sin problema alguno, pero una parte del espacio estaba ocupada por la mochila de la chica, y uno que otro libro.

—Es un parque libre, puedes sentarte donde quieras. —No, tampoco el ser educada era su punto fuerte. En realidad, sí era educada, pero no le gustaba que los chicos la abordaran del modo en que él lo estaba haciendo. Le gustaba que jugaran un poco más: Miraditas, sonrisas, insinuaciones silenciosas… No que, de frente, el chico se le plante delante y se presente.

Javier se sentó a su lado, omitiendo elegantemente la falta de cortesía de Andrea.

— ¿Qué estás leyendo? —preguntó, señalando el libro. Ella alzó la cubierta para mostrarle el título. El chico moreno sonrió: Si a ella le gustaba leer, entablar conversación sería mucho más fácil de lo que parecía. Javier trató de preguntarle el nombre del autor, pero la chica bufó como un gato enojado, y le contestó del modo más amable y cortante posible. “Quizá sea hora de un cambio de táctica”, pensó el muchacho.

Él, con paciencia magistral y mucho tacto, fue haciendo acotaciones sobre los libros y autores que había leído, además de opinar sobre el libro que tenía Andrea entre las manos. Poco a poco, ella fue tomando interés en lo que Javier hablaba, al punto de dejar el libro a un lado y escucharle atentamente.

—Mi saga preferida, con diferencia, es la de Tolkien —le explicaba el chico, con mucho entusiasmo. —Creó un mundo rico en fantasía, dándole a la historia inglesa mucho más interés.

—Jamás he leído a Tolkien —contestó ella, también animándose, —pero si me dijeras cuáles son sus libros, podría encontrarlos.

“O se lo ofrezco ahora, o no tendré la oportunidad nunca” pensó Javier, sonriendo.

—En realidad… ¿qué te parece si vamos juntos a la librería, y te ayudo a encontrar sus libros? —ofreció él, componiendo una encantadora sonrisa. Sus ojos rojizos brillaban con ilusión, cosa que Andrea no pasó desapercibida.

“No sería mala idea” meditó ella. “Él es guapo, amable, inteligente… ¿qué más puedo pedir en un chico? Espera: Si fuera Fernando, sería aún mejor. O quizá no lo fuera… ¡Argh! Malditas hormonas adolescentes.”

—Claro —contestó la joven rubia, esbozando una primera sonrisa completamente sincera. Al notarlo, el corazón de Javier hizo un doble salto mortal en su pecho y se aceleró a mil.

— ¡Fantástico! —El chico se paró de un salto. Ahora fue el turno de Andrea de reírse. — ¿Qué? ¿Tengo algo gracioso?

—Eres muy impaciente, ¿no crees? —replicó ella. —No pienso salir a ninguna librería con un completo desconocido. Así que me tendrás que responder tres preguntas.

—Ok. Dispara.

— ¿Cuántos años tienes? ¿Cuál es tu fecha de nacimiento? ¿Eres hijo único? —ametralló Andrea alegremente. Tenía sus razones para preguntar específicamente esas cosas. Todas ligadas a la psicología, en serio.

—Tengo diecinueve años. Nací el 7 de noviembre de 1989. No, tengo dos hermanos menores —respondió Javier con prontitud.

Andrea también se levantó en ese instante y con una seña de la cabeza le indicó que se pusieran en movimiento.

—Venga, que la librería la cierran temprano hoy —mencionó la chica con absoluta calma. Detrás de ella, Javier prácticamente brincó de felicidad. Había logrado entablar amistad con ella, que era lo que deseaba de momento. No sabía si sería culpa de las benditas hormonas, pero sí sabía que esa chica le gustaba. Y mucho.

sábado, 14 de febrero de 2009

Volar

Título: Volar

Autor: *Runa*.

Género: Humor. ¿Se les ocurriría otro género para mí?

Aclaraciones: Ya saben, los personajes son de mi autoría, cualquier intento de plagio será para que les saque los dedos de un mordisco.

Dedicado: Al Gatito dormilón, que hoy es su cumpleaños.



Sus tres queridas amigas la estaban arrastrando por las calles, con claras intenciones de ir al centro comercial, al cine, o a cualquier lado donde se pudiera ligar un chico. Era día de San Valentín, la fecha más...

— ¡Pero si este es el día más comercial, estúpido y superficial del jodido año! — La fecha más odiada por Andrea.

Era una tarde cálida. Allí siempre hacía calor por esas épocas, pero aquel día el sol brillaba con mucha más intensidad, incluso para la hora que era. Más o menos, según los cálculos de la "secuestrada", serían las seis y media.

Flor tiró más fuerte del brazo de la rubia, soltando una risilla.

—Vamos, Andreita linda, necesitas olvidarte de Fernando. Y, ¿qué mejor manera de hacerlo que pescando algún tipo guapo en el centro comerial? —Sí, la cosa había terminado muy mal entre Fernando y ella. Dejaron de ser amigos, así de simple. De golpe, además. Eso, obviamente, luego de que él se consiguiera una segunda enamorada y no fuera ella. Muy idiota el motivo, pero era mejor darle espacio a esa relación, o eso creía Andrea.

—Pero...

—Nada, señorita —la interrumpió Carla, evidentemente divertida. —Te vas a ligar un chico, así tengamos que cazártelo nosotras.

La jovencita de ojos grises frunció el ceño, estaba bastante enfadada. Sus amigas la habían obligado a ponerse una sus mejores ropas, que no eran la gran cosa. Una minifala de mezclillas, bastante simple, y una camiseta de manga corta de color negro, con el ying-yang dibujado en medio. La verdad, ella preferiría reservar ese atuendo para el día de su hermoso reencuentro con Fernando. Un minuto, ¿qué acababa de...? ¡Andrea, corta el rollo de una vez!

Un suspiro hastiado se escapó de sus labios. Sus amigas eran realmente pesadas.

— ¿De qué suspiras? —preguntó Raina, mirándola suspicazmente con sus ojos marrones y acusadores. La rubia no pudo evitar sonrojarse.

—Nada... sólo me acordé de algo. —Flor la abrazó muy fuerte, tratando de infundirle ánimos. No se supone que sea fácil olvidarse así como así de alguien. Y Andrea no era la excepción, por lo que ellas tres se habían propuesto, días atrás, a sacarla de paseo a todos los lugares posibles.



Ya en el centro comercial, Raina había sugerido ir a los videojuegos, en vista de que todo lo demás estaba abarrotado de parejitas acarameladas. En realidad, abarrotado era poco, y eso que el local era enorme. Se trataba de una gigantesca construcción al borde de un acantilado, y era un gran atractivo turístico, pues ofrecía un bellísimo panorama de la playa, y por consiguiente, del mar.

Ellas se dirigieron por uno de los pasadizos más amplios. Éste llevaba directamente al salón de videojuegos, quizá el único sitio en el que -por suerte- no habían parejitas.

Pasaron por delante de muchísimas tiendas, las cuales llamaban la atención de cualquiera. Se veían escaparates con maniquíes que vestían preciosas prendas, así como tiendas de dulces, de zapatos y de artículos digitales. A veces, el cuarteto de jovencitas se distraía mirando embelesado alguno de los estantes repletos de cosas.

Cuando llegaron a su destino, comprobaron aliviadas que allí no habría tanta gente. Era un sitio grande, con las paredes pintadas de azul oscuro e iluminado por los miles de coloridos focos de los juegos. Algunas de las luces cegaban un poco, pero en su mayoría eran de color verde, naranja o rojizo. Algo que no te jodía las pupilas. No demasiado, por lo menos.

Sin pensarlo un minuto más, las cuatro se lanzaron a comprar fichas y se pusieron a recorrer las máquinas, hasta encontrar la que les gustara. Y la encontraron.

Andrea, en aquellos instantes, estaba dedicada a la destrucción de zombis en una de las maquinitas, mientras sus amigas la miraban con cierta sorpresa.

— ¿Desde cuando eres tan buena con esas cosas, siendo tú tan torpe? —le preguntó Carla con los ojos muy abierto. Era impresionante que su amiga aniquilara zombis con esa arma de juguete, como si se tratara de un auténtico revólver.

—Desde que los imagino con la cara de Fernando —respondió ella con un tono de burla. Parecía estar de buen humor, porque su más oscuro secreto era ése: Era un As de los videojuegos.

Después de que Andrea batiera todos los récores de puntaje en ese juego, entre las cuatro decidieron probar suerte en el toro mecánico. Ese era, según Flor, el mejor juego del mundo, porque se necesitaba más resistencia que destreza con los dedos.

— ¿Las cuatro van a probar suerte? —preguntó el encargado de manejar el juego. Ellas asintieron a la vez. —Qué chicas valientes... no muchas se arriesgan con este nene, es de los bravos.

Le dio unas palmaditas orgullosas al teclado. Las cuatro reaccionaron de forma distinta: Carla enarcó las cejas; Andrea se puso pálida, ella seguía siendo torpe para cualquier cosa que no fueran videojuegos; Raina se cruzó de brazos y le dirigió una mirada incrédula; y Flor simplemente soltó una de sus risillas.

La primera en probar suerte fue Raina, que duró bastante bien en esa cosa -que en serio se movía de modo MUY brusco- hasta que resbaló para un costado y terminó el juego.

La segunda de las cuatro valientes, que ya que estamos, estaban rodeadas de chicos y chicas muy curiosos, fue Carla. Ella no lo hizo tan bien: Salió volando, para terminar cayendo encima de... ¿un chico?, no. Terminó aterrizando encima de otro de los juegos, que para su suerte era inflable, por lo que no se hizo daño. Aunque, para ser sinceros, todos los presentes estaban que se morían de risa.

Nuestra tercera y valerosa chica del día fue Flor. Ella, increíblemente, aguantó en el toro durante quince fatídicos minutos. Esa cosa se bamboleaba, se movía como poseída por el mismísimo demonio, y nada. La chica resistía más que el toro.

Y, por último y por ser la más miedosa, Andrea subió temblando como una hoja.

— ¡No te preocupes, Andrea, nosotras te atraparemos si sales volando! —gritó Raina, tratando inútilmente de "infundirle ánimos". La aludida tragó saliva, se agarró como pudo del juego y éste empezó a moverse.

Al principio todo parecía ir bien, hasta que la rubia le agarró confianza. Como ya iba resistiendo bastante, el operador decidió aumentar la brusquedad. Quiso la suerte que justo en ese instante Andrea soltara las riendas accidentalmente y saliera volando.

Su vuelo fue visto en cámara lenta por sus amigas que calcularon la trayectoria de la caída.

—Demonios... —maldijeron entre dientes.

Nuestra rubia heroína aterrizó... y sí, esta vez sí fue encima de un chico. Un pobre desdichado al que el peso de Andrea dejó K.O. Y un desdichado guapo, cabía mencionar.

—Oh, mierda... ¿están bien? —preguntó Flor, que fue la primera en llegar, al tiempo que ambos se sentaban en el suelo. En realidad, ella seguía sentada en las piernas del desconocido. El chico parecía estar entero, lo mismo que Andrea, sólo que esta última estaba muy ruborizada y balbuceaba excusas sin parar.

—Sí, yo estoy bien, pero creo que tu amiga no tanto —contestó él, esbozando media sonrisa. Tanto los amigos del chico, como las tres amigas de Andrea se habían acercado corriendo.

—Jode, no podemos dejarte solo un minuto porque al instante te llueven las chicas —comentó uno de sus amigos, sonriendo burlonamente. La única incapaz de decir palabras coherentes era Andrea, por lo visto.

—Creo que deberías calmarte un poco —le dijo el muchacho a la rubia. —Sólo fue un accidente, y ambos salimos enteros.

—Eh... ok —contestó ella, parándose de encima de él y uniéndose a sus amigas. —Un gusto conocerte, aunque no haya sido del mejor modo.

Él le sonrió.

¡Feliz día del comercio y la idiotez!

En vista de que ni por navidad ni por año nuevo reviví mi bello blog, voy a hacerlo en la fecha más caótica aquí en Lima: Día de San Valentín (AKA Día del comercio).

Ya de por sí, las calles de esta hermosa ciudad costera son una delicia en las horas punta, porque las aceras están llenas de gente y aquí hasta los animales manejan auto. Si no corres el peligro de que el tico del costado te choque, está la bestia con la 4x4 que se jura dueña de la pista. Es que aquí entras al auto con estrés y sales con escuatro, con escinco, con esocho…

Está comprobado: Quien maneja en Lima, lo hace tranquilamente en cualquier pista de carreras del universo, así como en toda ciudad del mundo. Porque nuestras pistas no sólo son estrechas. No. Vienen con carrerita de obstáculos incluida, pues están más agujereadas que queso suizo. Y cada día cierran una calle distinta para “repararla”, cosa que toma, al menos, medio siglo.

Ahora, este maravilloso mundo se vuelve más salvaje y peligroso en el día de San Valentín. ¿Por qué? Porque todos los bestias de la ciudad salen más rápido que volando para comprar flores, chocolates y demases idioteces. Es que, claro está, no se les puede ocurrir mejor gracia que olvidarse de la fecha hasta que reciben el mensajito de la ilusa novia que espera su regalito. Allí salen pitando, desesperados, y provocando que los vendedores se vuelvan millonarios.

Además de esto, todo centro comercial, heladería, cine, banquita del parque o restaurante está a reventar de chicos y chicas que desean pasarla bonito con el enamorado o las amigas.

¿Experiencia propia? Sí, obvio. El año pasado, mis amigos prácticamente me arrastraron fuera de mi casita linda para ir al cine. Nada más pisar las calles, ya se veían montones de parejitas besándose, tomadas de la mano o susurrándose cosas vomitivamente tiernas al oído. En algún otro momento hablaré de las ventajas de seguir soltera y sin compromisos, pero eso es para después.

Volviendo al tema, cuando llegamos al centro comercial, parecía imposible encontrar sitio para cualquier película previa al diecisiete de Marzo del 2050, así que nos dimos media vuelta y regresamos pa’ mi casa. Allí la pasamos mejor, aunque dos de mis amigas se dedicaron a enjuiciarme por haber dibujado a su personaje favorito de un manga (Haji de Blood+, para más señas) en bikini y tutú. Memorable ocasión, sobre todo porque la cara del personaje me salió clavada.

Yo digo, gente, que deberían prohibir menudo día de la estupidez colectiva. Todo lo que logras es quedarte más misio de lo que ya eres, sentirte gorda por comerte una caja entera de chocolates tú solita o sentirte miserable por no tener con quien pasar este día. Gracias a Dios yo no soy como el común de los mortales, y disfruto de mi soltería, que espero que me dure un buen tiempo más.

Aquí termina mi pequeño monólogo, señores. Espero haberles sacado una pequeña sonrisita.