Autor: *Runa*.
Género: Humor. ¿Se les ocurriría otro género para mí?
Aclaraciones: Ya saben, los personajes son de mi autoría, cualquier intento de plagio será para que les saque los dedos de un mordisco.
Dedicado: Al Gatito dormilón, que hoy es su cumpleaños.
Sus tres queridas amigas la estaban arrastrando por las calles, con claras intenciones de ir al centro comercial, al cine, o a cualquier lado donde se pudiera ligar un chico. Era día de San Valentín, la fecha más...
— ¡Pero si este es el día más comercial, estúpido y superficial del jodido año! — La fecha más odiada por Andrea.
Era una tarde cálida. Allí siempre hacía calor por esas épocas, pero aquel día el sol brillaba con mucha más intensidad, incluso para la hora que era. Más o menos, según los cálculos de la "secuestrada", serían las seis y media.
Flor tiró más fuerte del brazo de la rubia, soltando una risilla.
—Vamos, Andreita linda, necesitas olvidarte de Fernando. Y, ¿qué mejor manera de hacerlo que pescando algún tipo guapo en el centro comerial? —Sí, la cosa había terminado muy mal entre Fernando y ella. Dejaron de ser amigos, así de simple. De golpe, además. Eso, obviamente, luego de que él se consiguiera una segunda enamorada y no fuera ella. Muy idiota el motivo, pero era mejor darle espacio a esa relación, o eso creía Andrea.
—Pero...
—Nada, señorita —la interrumpió Carla, evidentemente divertida. —Te vas a ligar un chico, así tengamos que cazártelo nosotras.
La jovencita de ojos grises frunció el ceño, estaba bastante enfadada. Sus amigas la habían obligado a ponerse una sus mejores ropas, que no eran la gran cosa. Una minifala de mezclillas, bastante simple, y una camiseta de manga corta de color negro, con el ying-yang dibujado en medio. La verdad, ella preferiría reservar ese atuendo para el día de su hermoso reencuentro con Fernando. Un minuto, ¿qué acababa de...? ¡Andrea, corta el rollo de una vez!
Un suspiro hastiado se escapó de sus labios. Sus amigas eran realmente pesadas.
— ¿De qué suspiras? —preguntó Raina, mirándola suspicazmente con sus ojos marrones y acusadores. La rubia no pudo evitar sonrojarse.
—Nada... sólo me acordé de algo. —Flor la abrazó muy fuerte, tratando de infundirle ánimos. No se supone que sea fácil olvidarse así como así de alguien. Y Andrea no era la excepción, por lo que ellas tres se habían propuesto, días atrás, a sacarla de paseo a todos los lugares posibles.
Ya en el centro comercial, Raina había sugerido ir a los videojuegos, en vista de que todo lo demás estaba abarrotado de parejitas acarameladas. En realidad, abarrotado era poco, y eso que el local era enorme. Se trataba de una gigantesca construcción al borde de un acantilado, y era un gran atractivo turístico, pues ofrecía un bellísimo panorama de la playa, y por consiguiente, del mar.
Ellas se dirigieron por uno de los pasadizos más amplios. Éste llevaba directamente al salón de videojuegos, quizá el único sitio en el que -por suerte- no habían parejitas.
Pasaron por delante de muchísimas tiendas, las cuales llamaban la atención de cualquiera. Se veían escaparates con maniquíes que vestían preciosas prendas, así como tiendas de dulces, de zapatos y de artículos digitales. A veces, el cuarteto de jovencitas se distraía mirando embelesado alguno de los estantes repletos de cosas.
Cuando llegaron a su destino, comprobaron aliviadas que allí no habría tanta gente. Era un sitio grande, con las paredes pintadas de azul oscuro e iluminado por los miles de coloridos focos de los juegos. Algunas de las luces cegaban un poco, pero en su mayoría eran de color verde, naranja o rojizo. Algo que no te jodía las pupilas. No demasiado, por lo menos.
Sin pensarlo un minuto más, las cuatro se lanzaron a comprar fichas y se pusieron a recorrer las máquinas, hasta encontrar la que les gustara. Y la encontraron.
Andrea, en aquellos instantes, estaba dedicada a la destrucción de zombis en una de las maquinitas, mientras sus amigas la miraban con cierta sorpresa.
— ¿Desde cuando eres tan buena con esas cosas, siendo tú tan torpe? —le preguntó Carla con los ojos muy abierto. Era impresionante que su amiga aniquilara zombis con esa arma de juguete, como si se tratara de un auténtico revólver.
—Desde que los imagino con la cara de Fernando —respondió ella con un tono de burla. Parecía estar de buen humor, porque su más oscuro secreto era ése: Era un As de los videojuegos.
Después de que Andrea batiera todos los récores de puntaje en ese juego, entre las cuatro decidieron probar suerte en el toro mecánico. Ese era, según Flor, el mejor juego del mundo, porque se necesitaba más resistencia que destreza con los dedos.
— ¿Las cuatro van a probar suerte? —preguntó el encargado de manejar el juego. Ellas asintieron a la vez. —Qué chicas valientes... no muchas se arriesgan con este nene, es de los bravos.
Le dio unas palmaditas orgullosas al teclado. Las cuatro reaccionaron de forma distinta: Carla enarcó las cejas; Andrea se puso pálida, ella seguía siendo torpe para cualquier cosa que no fueran videojuegos; Raina se cruzó de brazos y le dirigió una mirada incrédula; y Flor simplemente soltó una de sus risillas.
La primera en probar suerte fue Raina, que duró bastante bien en esa cosa -que en serio se movía de modo MUY brusco- hasta que resbaló para un costado y terminó el juego.
La segunda de las cuatro valientes, que ya que estamos, estaban rodeadas de chicos y chicas muy curiosos, fue Carla. Ella no lo hizo tan bien: Salió volando, para terminar cayendo encima de... ¿un chico?, no. Terminó aterrizando encima de otro de los juegos, que para su suerte era inflable, por lo que no se hizo daño. Aunque, para ser sinceros, todos los presentes estaban que se morían de risa.
Nuestra tercera y valerosa chica del día fue Flor. Ella, increíblemente, aguantó en el toro durante quince fatídicos minutos. Esa cosa se bamboleaba, se movía como poseída por el mismísimo demonio, y nada. La chica resistía más que el toro.
Y, por último y por ser la más miedosa, Andrea subió temblando como una hoja.
— ¡No te preocupes, Andrea, nosotras te atraparemos si sales volando! —gritó Raina, tratando inútilmente de "infundirle ánimos". La aludida tragó saliva, se agarró como pudo del juego y éste empezó a moverse.
Al principio todo parecía ir bien, hasta que la rubia le agarró confianza. Como ya iba resistiendo bastante, el operador decidió aumentar la brusquedad. Quiso la suerte que justo en ese instante Andrea soltara las riendas accidentalmente y saliera volando.
Su vuelo fue visto en cámara lenta por sus amigas que calcularon la trayectoria de la caída.
—Demonios... —maldijeron entre dientes.
Nuestra rubia heroína aterrizó... y sí, esta vez sí fue encima de un chico. Un pobre desdichado al que el peso de Andrea dejó K.O. Y un desdichado guapo, cabía mencionar.
—Oh, mierda... ¿están bien? —preguntó Flor, que fue la primera en llegar, al tiempo que ambos se sentaban en el suelo. En realidad, ella seguía sentada en las piernas del desconocido. El chico parecía estar entero, lo mismo que Andrea, sólo que esta última estaba muy ruborizada y balbuceaba excusas sin parar.
—Sí, yo estoy bien, pero creo que tu amiga no tanto —contestó él, esbozando media sonrisa. Tanto los amigos del chico, como las tres amigas de Andrea se habían acercado corriendo.
—Jode, no podemos dejarte solo un minuto porque al instante te llueven las chicas —comentó uno de sus amigos, sonriendo burlonamente. La única incapaz de decir palabras coherentes era Andrea, por lo visto.
—Creo que deberías calmarte un poco —le dijo el muchacho a la rubia. —Sólo fue un accidente, y ambos salimos enteros.
—Eh... ok —contestó ella, parándose de encima de él y uniéndose a sus amigas. —Un gusto conocerte, aunque no haya sido del mejor modo.
Él le sonrió.
2 comentarios:
Te falta narración del lugar, Runina.
No puedo comentar trama porque apenas empieza, sólo se que van a haber desventuras y aventuras en un 14 de febrero.
Vaya, gracias pero no hacía falta.
Muy bonito, a ver si escribimos más.
Y si le añades más cosas, puedes hacer un libro, forrarte y venir a verme XD.
Nos vemos.
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